Los medios digitales como catalizadores de la búsqueda de libertad en Cuba y el mundo
Por Janisset Rivero
Sócrates hilvanó y compartió su pensamiento en el ágora de Atenas, donde no solamente se daban cita los comerciantes, también se realizaban obras teatrales, se dirimía la política de la Grecia antigua y se hablaba de la actualidad y del ser humano en su dimensión filosófica y ética. Allí, en ese espacio de discusión e intercambio público se echaron los cimientos de la civilización occidental, de la mano de la sabiduría de grandes pensadores.
En el mundo moderno, y salvando la distancia de siglos, la libertad de expresión en sociedades libres ha tenido la oportunidad de desarrollarse en espacios públicos parecidos al ágora de aquellos tiempos, y mucho más con el surgimiento de los medios de comunicación masiva. En cambio en las sociedades cerradas, lo primero que cercenan los dictadores es el libre intercambio de ideas, de bienes, el pensamiento crítico.

El surgimiento de la imprenta, y con los siglos, de los medios de comunicación masiva ha creado un debate sobre la cultura vista en su dimensión de verticalidad versus la cultura de masas con su carácter horizontal, generada por la multiplicidad de medios de comunicación y espacios de intercambio de ideas. Sin dudas, este debate se ha renovado con el surgimiento de las nuevas tecnologías, el ciberespacio y las redes sociales que han llevado la cultura de masas a un nuevo nivel de expresión, transformando la sociedad y sus espacios vertiginosamente.
Daniel Bell, importante sociólogo norteamericano, en su estudio sobre la modernidad y la sociedad de masas acotó la relevancia de las artes visuales como el cine y otras expresiones que se fueron convirtiendo en la vía predilecta de la cultura.
“Hoy el modo de ver predominante es visual. Visión y sonido, pero más todavía la vista, organizan el mundo estético y orientan al público.” (En “Industria cultural y sociedad de masas”, Monte Avila Editores, Caracas, 1974. P.37)
Este nuevo código visual de orientación de la cultura ha encontrado en las redes sociales y el ciberespacio un marco ideal para su afincamiento en las formas culturales de la post modernidad.
El fenómeno de las sociedades totalitarias del Siglo XX y el Siglo XXI puede plantearse a partir de la utilización de los medios de comunicación social como forma de control y adoctrinamiento. De esta manera, lo que pudo ser presentado como una vía de ampliación de las libertades individuales, ahora se convierte en elemento represivo, de manipulación y de corrupción de la realidad por parte de oligarquías militares e ideológicas.

George Orwell en su novela “1984”, lo presenta claramente a través de una distopía tan cercana a la experiencia de millones de seres humanos que han tenido que sufrir el comunismo durante más de 100 años. El Ministerio de la Verdad, es el ministerio para trastocar la historia, mentir masivamente al pueblo y condenar a aquellos que no acaten sus designios, sin contar con la adulteración del lenguaje y la creación de una “neolengua”, capaz de dinamitar los fundamentos de la comunicación humana y convertirla en un disfraz. De esta manera, el ágora queda cercenada junto a las demás libertades.
La importancia del espacio público para dirimir las diferencias, discutir los problemas y plantear soluciones es fundamental para el progreso. Desde el punto de vista económico, el mercado libre es siempre la mejor respuesta. Desde el punto de vista social y cultural, los medios de comunicación, las instituciones académicas y las comunidades juegan un papel fundamental para resolver los problemas de cualquier sociedad. El ágora sigue siendo una necesidad vital para el ser humano actual, como para el de la antigüedad.
Las calles son del pueblo
En Cuba, desde el establecimiento del sistema totalitario, el régimen se dio a la tarea de cerrar los espacios públicos de discusión y debate, los medios de comunicación los convirtió en órganos de propaganda al servicio del Partido Comunista de Cuba, única organización política aceptada en el país, y el mercado libre, las universidades y demás centros académicos pasaron a ser parte del aparato totalitario.

El 5 de agosto de 1994, en la Ciudad de La Habana, cientos de personas, tal vez miles salieron al Malecón en una masiva protesta. En las breves pero dramáticas imágenes que a pesar de la censura trascendieron al mundo libre, vimos jóvenes cubanos negros, blancos y mulatos, vestidos casi en harapos, correr por las calles de la capital gritando libertad. La represión cruda emergió entre aquellos valientes, y las imágenes de la policía y las brigadas paramilitares controlando la revuelta popular llenaron los medios de comunicación internacionales, mientras horas más tarde se vió a Fidel Castro brevemente llegando a una de las calles donde tuvieron lugar los hechos. Aquella protesta sucedió luego del hundimiento del Remolcador 13 de marzo, donde lanchas y cañoneras del régimen de La Habana asesinaron 41 personas, entre ellos 10 niños y bebés, y durante un caluroso verano saturado de escasez de alimentos y largos apagones. Aquella protesta no trascendió a otras localidades de la Isla, pero provocó el éxodo masivo de ese verano.

En aquellos momentos, los medios internacionales en La Habana, al igual que hoy en día, cuidaban sus reportajes para no ser expulsados de la Isla por el régimen, y los cubanos no contaban con posibilidades de fotografiar o tomar videos de los acontecimientos y hacerlos llegar al exterior de forma rápida.
Para los que seguimos de cerca la situación de Cuba, cualquier imagen de la realidad en la Isla era muy difícil de conseguir por aquellos tiempos. El bloqueo informativo y de medios audiovisuales impuesto por el régimen de La Habana al pueblo era férreo y el control policial sobre la población impedía conocer desde el exterior la realidad del país con certeza. Cuba había permanecido cerrada al mundo detrás de un muro invisible flanqueado por el mar, que sólo había sido agujereado por la valentía de los defensores de los derechos humanos dentro de la Isla, con sus testimonios de audio y sus documentos de denuncia.
Veintisiete años más tarde, una protesta iniciada en una localidad a 26 kilómetros de La Habana, se convirtió en una protesta multitudinaria en numerosas ciudades del país incluyendo la capital, y las ciudades cabeceras de las principales provincias de la Isla. De nuevo los jóvenes tomaban las calles con gritos de Libertad, y Patria y Vida. Esta vez los rostros de mujeres y hombres en las calles de San Antonio de los Baños, fueron la inspiración para que en muchos otros pueblos del país salieran a reclamar espacios y derechos.

Es claro que el escenario final en la lucha de liberación del pueblo de Cuba es en las calles del país. El régimen lo sabe bien y por ello se apura a repetir que “las calles son de los revoulcionarios”. Pero la importancia de los medios digitales, esa red virtual de contactos, noticias y comentarios, demostró ser el elemento que multiplicó la protesta inicial.
Para los analistas políticos, que observan y estudian los procesos de liberación en el mundo contemporáneo, este fenómeno no es nuevo. Lo vimos en Egipto en el 2011, durante la llamada Primavera Arabe, cuando el pueblo salió a manifestarse masivamente contra la dictadura de Mubarak, y lo mismo ocurrió en otras regions del mundo árabe contra gobiernos autoritarios y criminales. A pesar del control de los medios, el bloqueo al uso de la internet, el monitoreo de los teléfonos celulares y otras medidas represivas, los medios digitales fueron un catalizador para lograr las convocatorias e informara a la población de los acontecimientos en vivo. Lo mismo ha ocurrido en Venezuela, Nicaragua, Hong Kong, y muchos otros países que sufren sistemas represivos.
La levadura de las protestas
La tecnología digital ha transformado al mundo. El hecho de que un ciudadano común tenga la capacidad de filmar un hecho y al momento subirlo a las redes sociales facilitando la información casi instantáneamente es un fenómeno beneficioso para los pueblos inmersos en procesos de liberación.
Ni hablar de su importancia en situaciones como la guerra en Ucrania, que estamos viviendo en la actualidad.
Cuba no es la excepción. El aislamiento totalitario al que estuvo sometido el pueblo cubano durante las primeras cuatro décadas del régimen comunista de los Castro, ha sido insostenible en los últimos 20 años, y poco a poco se ha ido agrietando la pared totalitaria dando paso a certeros rayos de luz y verdad.
Los medios digitales no sólo posibilitan el flujo de información, brindan un espacio, un nuevo ágora, paraa el intercambio y la coordinación. Su efecto es multiplicador, como la levadura para la masa del pan en el horno.
Es cierto que aprovechando las ventajas de las redes sociales, el régimen de La Habana, ha querido desinformar, infiltrar y utilizar las redes como un escenario para desvirtuar y controlar. Sin embargo le ha sido imposible. Con más fuerza, y a pesar de la represión directa e indirecta, los cubanos han ido sumando sus voces de denuncia, en videos de YouTube, declaraciones en vivo por Facebook o Instagram, en mensajes breves de Twitter, obligando a la dictadura a implementar leyes draconianas para aplastar la avalancha de descontento.

Se ha comprobado que en la actualidad, lo virtual puede servir para apoyar y organizar las acciones en el espacio real, donde ocurre el enfrentamiento decisivo. A pesar de las estrategias de los poderosos para bloquear espacios, monitorear mensajes, envenenar las informaciones, y desvirtuar las iniciativas, el poder de la voluntad es mucho más fuerte.
Las redes sociales son un fenómeno, que como muchos otros adelantos técnicos y científicos, pueden ser utilizadas para el bien o para el mal. Es imposible revertir el efecto que tienen en la realidad del ser humano actual. Para los que viven sin libertades es una oportunidad de llegar adonde sus voces amordazadas no podrían, es una herramienta para la coordinación y el intercambio, si se utiliza con inteligencia y sentido estratégico, es un arma frente a la imposición y la injusticia.