Cuba: La Guerra de Independencia (1895-1898)
PRECURSORES DE LA ALBORADA NACIONAL
por Pedro Roig J.D.
La historia de la nación cubana tiene su génesis en la cátedra del Presbítero José Agustín Caballero, en el Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio. En aquella Cuba primitiva y balbuceante de finales del siglo XVIII, la tribuna docente del insigne maestro fue la raíz vital de nuestra conciencia colectiva, sembrando en su magisterio la simiente de la nación embrionaria. Agustín Caballero expuso la necesidad de reformar el gobierno colonial de la Isla y, aunque moderado en sus planteamientos, su cátedra plasmó la conciencia crítica y formó intelectualmente a aquella generación que, según frase de Enrique José Varona, fue “verdadera alborada de la sociedad cubana”.
En 1811, el gran siglo XIX cubano, se ilumina bajo la influencia de otro gran maestro. Ese año, el Presbítero Félix Varela, discípulo de Agustín Caballero, ocupó su cátedra en el Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio. Mientras Agustín Caballero habló de reformas administrativas, Varela desarrolló su pensamiento político basado en los derechos inalienables del hombre y del ciudadano, repudiando el despotismo político y la arbitrariedad administrativa. Varela minó los cimientos de la colonia, sembrando la duda y el descontento en la autoridad centralizadora, incompetente y corrupta del gobierno de España en Cuba.
En 1821 fue elegido diputado a las Cortes. Su vigencia iba a ser corta pero su influencia como precursor del pensamiento cubano fue enorme. De Varela dirá José de la Luz y Caballero que “fue el primero que nos enseñó a pensar”.
España lo vio como un cubano perturbador, pero sus estudiantes del seminario, entre los que sobresalieron José de la Luz y Caballero y José Antonio Saco, percibieron en el maestro un brote de conciencia precoz y sobre el sólido cimiento de esta personalidad excepcional se inspiraron sus discípulos para perfilar la identidad de pueblo con alma propia y alborada de nación.
El Padre Varela fue el primer cubano independentista que planteó el problema del gobierno propio en forma sistemática y lógica. Con Varela se establece una nueva dimensión política, y se gana en identidad generacional haciendo más punzante la crítica y más acentuada la diferencia entre lo peninsular y lo criollo. En Félix Varela hay una evolución desde el reformismo moderado hasta el franco desacato a la institución colonial.
José Antonio Saco, el gran doctrinario de la primera generación del “Siglo de Oro Cubano”, se formó en el seminario de San Carlos, siendo discípulo de Félix Varela. Recibió en aquellas aulas la enorme influencia de los enciclopedistas franceses y se inició como catedrático de esa institución en 1821, a los 24 años de edad.
Su estilo es sobrio, las metáforas no recargan su prosa, Saco es un formidable expositor didáctico, sabe narrar y escribir, utiliza la pluma para convencer, armado de cifras, de pruebas, de datos irrefutables. En el político de fina sensibilidad existe una dramática contradicción, pues a lo largo de su vida presiente que España no aceptará nunca la fórmula autonomista y así escribe: “…los que aspiran a que Cuba tenga un gobierno como el del Canadá corren tras una quimera”. Este talento superior que vivió en el período de la crítica, sin soluciones aparentes, ni recompensas, ni estímulos, tampoco se sintió atraído por el llamado Carlos Manuel de Céspedes.
José de la Luz y Caballero, alumno, como Saco, del Padre Varela, no tiene como maestro la vehemencia radical que lo empuja al enfrentamiento con la sociedad colonial; sin embargo, su enorme talento pedagógico lo sitúa como el más notable maestro cubano del siglo XIX, y es precisamente desde su cátedra donde realizó la obra en virtud de la cual la sociedad cubana le rinde un permanente tributo.
Las ideas filosóficas de Luz y Caballero descansan en el sistema experimental, influido como estaba por las prédicas de sus maestros en el Seminario de San Carlos, aunque el método no fue cartesiano sino el de las ciencias naturales. Observación, experimentación e inducción. La formulación de sus ideas filosóficas fue poco ordenada y fragmentaria, siendo los valores religiosos, en coexistencia con el racionalismo científico, su nota trascendente.
En 1848 fundó en La Habana su colegio de El Salvador donde dio culminación a su apostolado de maestro. En aquellas paredes se refugió el pensamiento reformista de los precursores. Agustín Caballero, tío de José de la Luz y Caballero; Félix Varela, su maestro; y José Antonio Saco, su íntimo amigo, vibraron en la palabra del educador. En sus aulas se formaron muchos de los hombres de la segunda generación de cubanos de aquel siglo.
Ignacio Agramonte, Manuel Sanguily, Pedro Figueredo y Rafael María de Mendive, entre otros, compartieron las prédicas del maestro que educaba moralmente la conciencia de los cubanos, perfilando los criterios éticos que estallaron, rebeldes y resueltos, el 10 de octubre de 1868 en aquella alborada de La Demajagua, que dio inicio a la Guerra de los Diez Años.