Cuba: La Guerra de Independencia (1895-1898)
Antonio Maceo Desembarca en Cuba
por Pedro Roig J.D.
El fracaso de la Fernandina, había creado graves dificultades económicas a los jefes mambises en el exilio para trasladarse a Cuba. Pero el momento era de pura acción.
Antonio Maceo acepta ir en la expedición que organiza Flor Crombet con quien tanto él, como su hermano José, habían tenido sensibles fricciones. Los españoles se movilizan en Centro América para impedir la salida de los cubanos. Maceo que contaba con influyentes amigos en Costa Rica logró demorar las medidas propuestas por el cónsul español, alentando los preparativos para embarcar con la mayor urgencia. Comprando pasajes para Nueva York, y cumpliendo todos los requisitos exigidos por las leyes aduanales los veintidós expedicionarios partieron el 25 de marzo, a las seis de la tarde, a bordo del vapor “Adirondack”.
El capitán de la nave, Mr. Sampson se había comprometido a pasar cerca de las costas de Oriente para que en pequeños botes los expedicionarios pudieran ir a tierra. Al anochecer del 29 de marzo llegaron a Fortune Island, colonia inglesa del archipiélago de Las Bahamas. El capitán Sampson intercedió a nombre de los cubanos, con un amigo armador y vice cónsul de los Estados Unidos en aquella isla, Mr. Farrington quien se ofreció a respaldar a los expedicionarios cubanos. Con esta inapreciable ayuda se logró alquilar una goleta y contratar los servicios de un patrón, Mr. Salomón Key y dos tripulantes, Robert Ramsley y John Kinsey para ir a la isla de Inagua, del mismo archipiélago pero muy próxima a las costas de Oriente.(1)
El 30 de marzo a las 4 de la tarde partieron en la goleta “Honor”. Ya en alta mar se les ofreció cien pesos oro americano a los tres marinos para llevar la embarcación a Cuba, a lo que estos accedieron. A las doce de la noche se repartieron los rifles de que disponían. A la una de la mañana pudieron distinguir alborozados las primeras luces del Faro de Maisí en el extremo oriental de la Isla.
Era noche de tormenta y las olas hacían difícil la maniobra de desembarco. Finalmente se vieron obligados a sacrificar la goleta, echándola sobre la costa. Los veintidós expedicionarios y los tres tripulantes se lanzaron al mar para ganar la playa que resultó ser “Duaba” en las inmediaciones de Baracoa. Amanecía el 1ro. de abril de 1895 y acababa de tocar tierra cubana Antonio Maceo. El 2 de abril un despacho cablegráfico remitido por la agencia Fabra desde Londres anunciaba que Maceo había logrado desembarcar en Cuba (2). Antonio Maceo asumió el mando de los expedicionarios con la orden “silencio y en marcha”.
El 8 de abril de1895 los expedicionarios de la goleta “Honor” fueron sorprendidos en el cafetal “La Alegría”. Dispersados por el sostenido y furioso ataque, Antonio Maceo escapó rumbo al sur seguido de cinco expedicionarios, Flor Crombet y José Maceo con cuatro compañeros más en otra dirección; un tercer grupo de cinco combatientes al mando de Agustín Cebreco se internó en la espesa manigua; el coronel Patricio Corona, el práctico Ramón de Armas y Jorge Travé Estrada quedaron aislados, cayendo prisioneros. El día 10, el grupo de Flor y José fue nuevamente sorprendido en “Alto de Palmarito”. Crombet cayó combatiendo; una bala atravesó su cráneo. José Maceo se tiró por un farallón logrando escapar. Fue el único que se salvó (3). El grupo de Antonio Maceo prosiguió la marcha incierta, bajo torrenciales aguaceros, entristecidos por la noticia de la muerte de Flor; el día 12, Antonio Maceo fue atacado por los voluntarios de Yateras; logrando escapar con tres de sus acompañantes, alimentándose por varios días con raíces, naranjas agrias y otros frutos silvestres.
El 20 de abril, un pequeño destacamento mambí enviado por el legendario Pedro (Periquito) Pérez en busca de los expedicionarios los encontró en Vega Bellaca. Juan Maspons Franco, joven santiaguero, describe la histórica escena:
“Serían las seis de la tarde. De pronto entraron en el campamento tres jinetes cubanos. Uno era alto de constitución maciza, barba descuidada, semblante agradable, mirada profunda y escrutadora… Vestían de paño negro y sombrero de castor. Usaba botas… Todos los que allí estaban fijaron su vista en los recién llegados. Hubo un momento de gran silencio. Nadie hablaba. La sorpresa se veía pintada en todos los rostros… ¿No podía ser una comisión? Jamás pude explicarme lo que en aquellos momentos sucedió. Todos estaban como en suspenso. ¿Presumían tal vez quien fuera el huésped de la barba? Sin darnos cuenta, nos encontramos de pie y en actitud respetuosa. Rompió el silencio, el que vestía de negro y con una plácida sonrisa en los labios y satisfacción marcada en el semblante dijo: ¿A que no me conocen?.. Después continuó: Parece mentira que mis antiguos soldados del 68 no me tengan presente. ¿Tan viejo estoy? Entonces varios exclamaron: ¡Es el General Antonio…!”(4)
Al día siguiente Antonio Maceo asumió el mando de la provincia de Oriente dictando órdenes a los jefes insurrectos. En comunicación oficial al General Bartolomé Masó le anunciaba:
“Tengo el gusto de comunicar a Usted que con esta fecha he asumido el mando de este cuerpo del Ejército… lo que pongo en su conocimiento para que así lo haga saber a las valerosas fuerzas de su digno mando…” (5) El Titán de Bronce regresaba al campo de batalla. En pocos meses llevaría la guerra a los confines de Pinar del Rio, escribiendo una de las más heroicas jornadas de la independencia.
BIBLIOGRAFÍA
(1) Papeles de Maceo.
(2) El Imperial (Madrid 2, de abril de 1895).
(3) Masó, Historia Pág. 308.
(4) Franco José L. Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su
vida. (La Habana 1970) Pág. 107 y 108.
(5) Ibid.