CAPÍTULO VII – GUERRA TOTAL
Por Pedro V. Roig

CAPÍTULO VII
Los líderes civiles y militares españoles en aquel funesto invierno 1895-96 no ignoraban el descontento que se apoderó de los círculos de poder de la empobrecida España, con la llegada de la Columna Invasora a las ricas provincias de occidente, que eran las que permitían al Estado, pagar los gastos de la guerra en Cuba.
Ante el peligro de una humillante derrota, la vida política de Madrid quedó dominada por un sentimiento de ancestral orgullo bélico en defensa de Cuba y las últimas colonias del glorioso imperio español, al grito de: “hasta el último hombre y la última peseta”. El precio fue altísimo y se pagó con las vidas de miles de soldados muertos por enfermedades tropicales en los montes de Cuba. (más de 50,000). Sin tregua ni pausa los españoles pelearon hasta el “desastre del 98″. En efecto, pocos fueron los políticos en España que se atrevieran a plantear soluciones pacíficas. (1)
La Reina Regente María Cristina de Habsburgo
El 30 de diciembre de 1885, la reina viuda, doña María Cristina juraba cumplir la Constitución. Hacía poco más de un mes que Alfonso XII había muerto en el palacio del Pardo. El cuadro es de Francisco Jover conservado en el Palacio del Senado en Madrid.

En los primeros días de enero de 1896, Martínez Campos renunció a su mando en Cuba (2) y el Ministro de Hacienda, Navarro Reverter, viajó a Barcelona para indagar si el general Valeriano Weyler aceptaría ser Capitán General. Weyler aceptó y el 18 de enero, el Presidente del Consejo de Ministros, Cánovas del Castillo, lo propuso al gabinete. Antonio Cánovas del Castillo, malagueño de clase media-alta, fue el político más influyente de España a finales del siglo XIX. Pragmático, conciliador y aristocrático, gobierna un pueblo en su mayoría analfabeto, sin experiencia democrática que proyectaba la imagen de ser resentido, envidioso y violento.
El eclipsado Arsenio Martínez Campos regresa a Madrid. Aunque el “Pacificador del Zanjón” dejó entrever en su discurso de despedida en La Habana un cierto grado de resignación. “No me quejo de nada ni de nadie”. “He sido elevado a los más altos cargos con tanta injusticia, que no tengo derecho a pedir justicia el día de mi caída” (3). A los pocos días de su llegada a España y en medio de una creciente hostilidad contra su persona, don Arsenio tuvo el valor moral de ratificar públicamente su confianza en que la solución al conflicto era darles a los cubanos la autonomía para gobernarse. (4) Como los ingleses habían hecho con Canadá. Tal vez esta fórmula política hubiese evitado el “desastre del 98″.
Valeriano Weyler y Nicoláu, Marqués de Tenerife, fue el militar escogido por Cánovas del Castillo para implementar la política de no negociar con la insurrección hasta que fuese aplastada por el peso de las armas españolas. La intransigencia se adueñó de la vida política de españa. Melchor Fernández Almargo comenta en su “Historia Política” que al público y en especial a la prensa peninsular estaba desinformada, por ignorancia, ligereza o ciego patriotismo (5).
El 25 de enero, el nuevo Capitán General y Jefe del Ejército en Cuba, embarca desde Barcelona. Con Weyler iban las mejores esperanzas de Cánovas del Castillo de poner pronto término al conflicto en Cuba, pues el mejor que nadie, conocía el peligro de una guerra prolongada. “Si la guerra se dilata, o no se acaba pronto se pueden venir encima conflictos inmensos”(6). Claro está, que Cánovas se refería a la creciente amenaza de guerra con Estados Unidos, encabezada por un grupo de influyentes inversionistas interesados en la creciente y próspera industria del azúcar en Cuba.

EL MANDO DE WEYLER EN CUBA
Julio Romano, apologista de Weyler, nos señala algunos rasgos de su discutida personalidad. “Tenía fama de poseer un carácter duro… y lo era, en efecto… cuando se irritaba (había que huirle). En el tiempo de la ira, se hinchaba en su frente una venilla violácea…parecía hosco, porque no creía necesario hacer esfuerzos para ser agradable a nadie… Taciturno y reconcentrado… poseía una sensibilidad quebradiza… “(7).
Severo, práctico, vanidoso en lo que respecta a sus logros militares, Weyler era obediente con sus superiores y exigente con sus subordinados. Como oficial joven había servido en la Guerra de los Diez Años, en Santo Domingo, en Marruecos y en las campañas peninsulares, donde cruzó armas con los carlistas. (proclamaron Rey de España a Carlos de Borbón). Weyler era de carácter introvertido, vestía con descuido, dando la impresión de ser un hombre poco aseado; no fumaba, ni bebía licores fuertes.
Monárquico a toda costa, fue durante la Guerra Civil Norteamericana, “attaché” militar en Washington, donde estudió las tácticas del general de la Unión, William T. Sherman, a quien admiraba profundamente.
Precedido por su fama de gobernante de “mano dura”, Weyler llegó a La Habana, el 10 de Febrero, siendo recibido con enorme regocijo por la población pro-española de la capital. Aclamado por su intransigencia política declaró: “Vengo a mantener en alto nombre de la patria y acabar con la guerra en los campos y ciudades”.
“Mientras dure la guerra, no admitiré distinción alguna de política. Condenó toda política que no sea política española. Sólo existen para mí, en Cuba, españoles y separatistas. Mi misión en este punto será la de deslindar los campos, haciendo separación perfecta entre los que aman a España y los que luchan contra España…(8).
El primer despacho de Weyler a Madrid, reflejaba claramente su preocupación por el deterioro de la autoridad colonial en la isla. “En ciertas regiones no se siente, en modo alguno, la soberanía de España” (9).
La estrategia del general Weyler descansaba sobre tres premisas básicas.
1- Ofensiva sistematizada sobre las fuerzas a las órdenes de Maceo.
2- La Reconcentración de campesinos en miserables “áreas militares”.
3- La construcción de varias líneas defensivas o trochas con el propósito de impedir la coordinación de los jefes mambises.
En sus memorias, Weyler comenta las razones y el plan para copar a Maceo en Pinar del Río. “Así, pues, hube de preocuparme de Maceo que, por ser valiente, arrastraba a los de su raza, y porque en la correría en Pinar del Río había demostrado, condiciones de audacia”(10).
“Para llevar a cabo mi plan, era preciso, además, proceder con urgencia a trazar la línea de observación y defensiva de Mariel a Majana, para de ser posible, encerrar a Maceo en Pinar del Río, y de todos modos principiar por la pacificación de esta provincia (11).
MACEO REGRESA A LA HABANA
Sin embargo, el general Antonio Maceo penetró el 13 de febrero en la provincia de La Habana con el propósito de activar las operaciones de guerra, en las cercanías de la capital. El 18, atacó el poblado de Jaruco a unos cuarenta kilómetros de la Capital, apoderándose del cuartel de bomberos y de la cárcel.

El general camagüeyano Bernabé Boza, ayudante de Gómez, describe así el encuentro: “Las banderas desplegadas, las fuerzas de hermanos presentándose las armas con entusiasmo, con cariño y con respeto. Completando tan hermoso cuadro, aquellos dos titanes de la guerra, Antonio Maceo y Máximo Gómez, arrojándose el uno en brazos del otro. Así permanecieron largo rato sin poder pronunciar una palabra, estrechamente abrazados.” (12) La invasión concluida exitosamente en Mantua, se consumó en aquel abrazo de héroes.
En una finca llamada Soro, a 4 kilómetros de Jaruco, se abrazaron los dos grandes jefes del ejército mambí. Fue aquél un momento solemne. Los soldados invictos del ejército invasor, se saludaron fraternalmente, mientras la banda de música del regimiento Céspedes, dejaba oír las notas del himno de Bayamo.
LA ÚLTIMA CAMPAÑA COMBINADA DE GÓMEZ Y MACEO
Alertado Weyler de la presencia de Gómez y Maceo en aquella zona, movilizó más de 10 mil hombres divididos en dos columnas, que a las órdenes de los generales Linares y Aldecoa y los coroneles Tort, Hernández de Velasco y Segura, chocaron al mismo 19 con las fuerzas cubanas en el ingenio Moralitos.
Los soldados de Máximo Gómez, que marchaban a la vanguardia, recibieron el impacto inicial del ataque español. Creyendo Gómez que se trataba solamente de una de las tantas columnas que por allí operaban, ordenó una carga al machete, pero fue rechazado con muchas bajas, que incluía al coronel Basilio Guerra, muerto, y el propio Gómez, herido en una pierna. Maceo, que marchaba a retaguardia de la columna cubana, cargó varias veces contra la infantería española, con igual suerte, resultando gravemente herido su ayudante santiaguero Ramón Corona.
Después de tres horas de encarnizado combate, los mambises fueron obligados a retirarse hacia el demolido ingenio San Pablo, en las cercanías del pueblo de Catalina de Güines, a unos ocho kilómetros de Moralitos. Así terminó aquel día prometedor en el abrazo de los jefes cubanos y en la sangrienta derrota que les deparó al atardecer.
El 21 se volvieron a reunir las tropas de Gómez y Maceo, cerca de Nueva Paz. Boza escribe: “no cesamos de hacer y contestar preguntas a los vuelta bajeros que así llamamos a los invasores que fueron a Pinar del Río”(13). Tres días estuvieron conferenciando los dos jefes supremos del ejército libertador examinando la situación militar y política. En aquella reunión se acordó la designación del General Serafín Sánchez como Inspector General del Ejército Libertador y se decidió que Maceo, después de una breve estancia en Matanzas, regrese a Pinar del Río.
Antes de separarse del General en Jefe, Maceo presentó por escrito la promoción a general de brigada del coronel Juán Bruno Zayas. Además, se despachó el nombramiento del veterano general Francisco Carrillo, para jefe del Cuarto Cuerpo de Las Villas. El 23 de febrero se separaron los dos caudillos de la revolución. El 24 de febrero, Weyler enviaba un telegrama a Madrid reportando lo “muy mejorada” de la situación militar (14).
El 28 de Febrero, se rinde la pequeña guarnición de Santa Cruz del Norte.Durante esta breve marcha por La Habana, el general José María Aguirre comunicó a Maceo las noticias de asesinatos en masa cometidos por algunos oficiales y soldados españoles sobre campesinos, confirmándose el brutal crimen del Guatao, que posteriormente apareció ilustrado con fotografías de los asesinados, en el “Journal de New York”.

Maceo, profundamente indignado por estos crímenes, escribe a Wayler con fuertes críticas a su responsabilidad como Jefe del ejército español;“usted, especialmente, se quedará para siempre aquí y fuera de aquí, recordado con asco y horror..” (15) La carta quedó sin respuesta, aunque la guerra total aumentó la intensidad del odio y la magnitud de los crímenes.
El 10 de marzo la caballería de Maceo regresó a la provincia de Matanzas, donde se les unió el General Gómez, acompañado por un regimiento de veteranos orientales a las órdenes del general Quintín Banderas. En esa reunión se confirmó el acuerdo previo de que Maceo regresara a Pinar del Río. Al atardecer se separaron. Nunca más volverían a verse los titanes del Ejército Libertador.
Gómez se dirigió a Las Villas, en tanto que Maceo, que contaba ahora con un contingente grande de caballería y con tropas frescas de infantería de Orienté, marchó hacia La Habana con destino a las montañas pinareñas. Dos días antes, el 8 de marzo, Weyler había dado un parte de guerra anunciando que las provincias occidentales estaban ahora bajo el control del gobierno. Dicho comunicado, decía así:
“Acosadas por nuestras tropas y vencidas, se dirigen a Oriente las partidas rebeldes más numerosas de las que se hallaban en las provincias de Pinar del Río y La Habana, ha llegado el momento de perseguir con toda actividad y rigor las pequeñas partidas más de bandoleros que de insurrectos, que han quedado en dichas provincias y de adoptar las disposiciones necesarias, para el mayor y más inmediato éxito.” (16)
Este fue un triunfalista boletín emitido con descuido y precipitación, y puso en grandes aprietos a Weyler puesto que tres días más tarde, Maceo regresó a la provincia de La Habana, donde el día 14 asaltó el puerto de Batabanó. El general Manuel Piedra describe el ataque: “Ya anochecido, como a las siete, llegada nuestra vanguardia a una de las extremidades del pueblo, la infantería oriental, dividida en dos columnas, penetró resueltamente en Batabanó. La guarnición enemiga no se percató de la presencia de dichas tropas dentro del recinto de sus fortificaciones, sino cuando ya había comenzado el ataque y algunos voluntarios, que paseaban sus uniformes por las calles, huyeron despavoridos bajo los disparos de los nuestros a buscar refugio en los fuertes y las casas aspilleras.”
“Producida la alarma y el corre-corre consiguiente del vecindario, esto no fue inconveniente para que los infantes de Banderas prosiguieron inmutables su incursión por dentro del poblado, para aprovisionarse en los establecimientos de cuanto había menester, o de todo aquello que el azar les deparaba, sirviéndose o no, por el momento; ya vendría después el trueque. Algunas tiendas y bodegas, cuyos dueños se mostraron recalcitrantes fueron incendiadas… A las 12 de la noche, el general Maceo dio orden a la infantería de Banderas de evacuar el pueblo. Estas tropas salieron cargadas de botín…” (17).

El ataque a Batabanó sirvió para desmentir el anuncio de pacificación del general Weyler. Luis Goicochea, un comerciante español que vivía en La Habana, escribió en su Diario:” En pocas horas han venido de Matanzas a la Habana, 14 trenes con tropas… Wayler había prometido a los hacendados de La Habana, Matanzas y Pinar del Río que para el 15 de marzo estarían en condiciones de moler…Weyler comienza a echar mano a los expedientes que contribuyeron al descrédito de Martínez Campos.”(18)
El 15 de marzo, las fuerzas de Maceo forzaron la trocha de Mariel a Majana que no había sido terminada a un costo de 5 muertos y 29 heridos. Por segunda vez los mambises invaden Pinar del Río. Al moverse hacia las montañas occidentales, Maceo planeaba inmovilizar grandes contingentes de tropas españolas, permitiendo a Gómez, tomar la ofensiva en la provincia de Las Villas, y a su hermano José, en la de Oriente.
General Calixto García Iñíguez

El 24 de marzo, arribaba a la provincia de Oriente la más importante expedición de esta guerra, al mando del Mayor General Calixto García Iñíguez. De esta forma, a las seis semanas, aproximadamente, de la toma de posesión de Valeriano Weyler, se completaba, la trilogía de los jefes militares de mayor relieve del ejército cubano integrada por Máximo Gómez, Antonio Maceo y Calixto García. Todos ellos, prestigiosos veteranos de la Guerra de los Diez Años. Con Calixto García, estratega de juicio lúcido que se especializó en el uso de la artillería, se completó la ilustre jefatura del ejército mambí.
Para fines de marzo de 1896, la guerra sin cuartel se dejó sentir sobre la vida nacional en toda su sangrienta y trágica dimensión. Weyler intensificó las obras de fortificación de la trocha de Mariel a Majana. Por su parte, el Titán de Bronce se hacía más fuerte en las lomas del Rubí, haciendo de aquellas serranías pinareñas bastiones de la independencia.
Lo cierto es que con la llegada de Weyler a Cuba, la más violenta intransigencia se apoderó de las tribunas públicas y la guerra total cerró la puerta de las posibles soluciones autonomistas. El triunfalismo militar sacudió la extraviada objetividad en España y en Cuba. Los corazones se cargaron de una fiera lucha a muerte. Con delirante entusiasmo la vieja y decadente España Imperial, se irguió junto a Valeriano Weyler en las profundidades abismales de una guerra que guardaba en el último capítulo todas las amarguras de un trágico final.
BIBLIOGRAFÍA
- Pi y Magall fue la excepción. Estoy decididamente por la independencia de Cuba. Aconseja a la vez el derecho y la salud de la patia.
- Herminio Portell Villá, “Historia de Cuba en sus Relaciones con las Estados Unidos y España”. Mnemosque Publishing Ine. Miami, FL., 1969, Vol. Ill p. 269-70.
- El Imperial*, Madrid, 20 de enero de 1896
- La Correspondencia, 4 de febrero de 1896
- Almagro, ob. cit. p. 275.
- Ibid. p. 273.
- Julio Romano, Weyler, el Hombre de Hierro (Espasa Calpe, Madrid 1934).
- Valeriano Weyler, Mi Mando en Cuba.
- 1bid. p. 262.
- Ibid. p. 157.
- Ibid. p. 137.
- General Bernabé Boza, Mi Diario de la Guerra. Ob. cit. p. 1.
- Ibid.
- Weyler, ob. cit. p. 263.
- Miró, ob. cit.
- Weyler, ob. cit. p. 185.
- Piedra, ob. cit. p. 137.
- Luis Goicochea, “Diario” (Habana, 1921) p. 65-66.
– Pedro V. Roig
Pedro V. Roig, historiador (University of Miami,1974) y abogado (St. Thomas University,1989) es Director del Centro Cubano de Estudios Estratégicos, autor de numerosas monografías, ensayos y libros sobre temas históricos y políticos. Veterano de la Brigada 2506, Director de Radio Televisión Martí (2003-2010). Roig pertenece a la generación de cubanos que no han tenido descanso en la lucha por la libertad.