La Muerte de Antonio Maceo
Por Pedro V Roig, Esq.
“El Titán de Bronce”
El primero de diciembre de 1896, después de intensos combates en las montañas del Rubí, en Pinar del Río, el lugarteniente General Antonio Maceo, respondiendo a instrucciones del General en Jefe del Ejército Libertador, decidió trasladarse a las Villas para reunirse con Maximo Gomez. Con tal propósito dispuso Maceo que el Coronel Carlos Gonzalez Clavell y un práctico de la zona, buscase un paso en la línea militar de la Trocha por las cercanías del puerto de Mariel. Los exploradores regresaron sin haber encontrado la brecha.
Cruzar la trocha de Mariel a Majana, no era fácil. Consistía en una ancha calzada de mucha visibilidad. A cada kilómetro de intervalo se levantaba un fortín, entre los fortines había apostados varias parejas de centinelas y pozos para tiradores situados a veinte metros cada uno. Poderosos reflectores eléctricos y espesas cercas de alambres de púa a ambos lados de sus 40 kilómetros de longitud, completaron las obras de defensa. Más de 13,000 soldados y 130 cañones vigilaban el paso por aquella estrecha franja de tierra cubana. (Valeriano Weyler, Mi Mando en Cuba.)
El día 3 de diciembre, Maceo decidió hacer la peligrosa travesía en el pequeño bote-correo que los insurrectos utilizaban en la bahía del Mariel. El General de División y periodista, José Miró Argenter en su obra Crónicas de la Guerra, describe así la embarcación: “El bote en que debía efectuarse la travesía hallábase en el lugar que indicó el patrón, en la Caleta de la Caña, fuera de la bahía del Mariel”…”Era una embarcación muy chiquita; estaba desprovista de asientos; el agua entraba por el fondo y había que achicarla constantemente.
La noche del 4 de diciembre bajo una intensa lluvia, Maceo embarcó con 20 compañeros que incluian a los generales Pedro Diaz y Miro Argenter, el coronel Alberto Nodarse, los tenientes coroneles Alfredo Justiz y Manuel Piedra. Junto a Maceo situaron la montura que lo había acompañado en los numerosos combates desde Baraguá a Pinar del Río. En menos de una hora, la frágil embarcación atracó en un pequeño muelle, cuatro viajes fueron necesarios para trasladar al resto de los oficiales mambises.
En tierra firme Maceo y sus compañeros caminaron toda la madrugada por la costa; luego de un breve descanso y sin probar alimentos, continuaron la marcha hasta media mañana en qué acamparon en el demolido ingenio “La Merced”. Maceo mandó aviso a los Jefes insurrectos de la región; alrededor de las doce de la noche llegaron al improvisado campamento los coroneles Baldomero Acosta y Ricardo Sartorio. Acosta marchó en busca de caballos para Maceo y sus hombres. Una larga demora siguió a esta gestión. Acosta regresó en la tarde del 6, con los caballos y varios jinetes del regimiento Goicuría.
Esa noche se reunió Maceo con Perfecto Lacoste, uno de los líderes más prominentes de la insurrección en aquella zona. Al día siguiente, 7 de diciembre, temprano en la mañana, hizo su entrada en el campamento de San Pedro, cerca de Punta Brava. Allí inspeccionó a la caballería de la Brigada Sur que a las órdenes del general Silverio Figueras había formado a ambos lados del camino de Corralillo para vitorear al héroe de la Invasión. (Miro. Ob.Cit.)
Después de la revista, Maceo se retiró a su pabellón, que quedó situado muy próximo a la cerca de piedra que corría a lo largo del camino mencionado. Los hombres de la escolta, al mando de Juan Manuel Sánchez Amat se colocaron a unos 200 metros al norte del pabellón de Maceo.
Para oficial de día fue designado el comandante Andres Hernández. Dentro de los deberes de éste se incluía el de apostar los centinelas y el de conocer la presencia y rumbo de cualquier columna española que estuviera operando en las cercanías del campamento.
Durante la mañana Maceo se reunió con los jefes y oficiales de los distintos regimientos allí acampados, quienes le informaron sobre la marcha de las operaciones militares en la provincia de La Habana. Maceo pudo comprobar, en estas reuniones, el grado de rivalidad y disensión surgido entre algunos jefes, en la región de la Habana.
Alrededor del mediodía, el coronel Juan Delgado trajo la noticia de que una columna española se hallaba en el camino de Punta Brava con rumbo a Cangrejera, o sea, en sentido opuesto al campamento Mambí. “Maceo dio muestras de impaciencia y dejó entrever la intención de montar a caballo, pero quedó sentado en la hamaca, ¡cosa extraña en su temperamento; ordenó al coronel Delgado que enviara patrullas de exploración sobre el enemigo hasta dar con él, provocarlo y traerlo al campo de San Pedro. Maceo añadió: “¡Quiero ver cómo dan ustedes machete para expedir los diplomas!”(Ibid)
Todo parece indicar que a la hora en que Maceo recibió el informe que situaba a la fuerza enemiga rumbo a Cangrejera; la tropa Española se encontraba almorzando en el poblado de Bauta donde había llegado alrededor de las 11 de la mañana.
La columna mixta de infantería y caballería estaba al mando del comandante Francisco Cirujeda, de 40 años, encargado de patrullar esa zona militar. Terminando el almuerzo, las fuerzas españolas se pusieron en marcha, indicando Cirujeda a los prácticos que el rumbo sería por el Callejón de San Pedro hasta Punta Brava. A vanguardia se colocaron los 90 jinetes de la guerrilla del teniente Peral, al centro, 365 soldados de infantería pertenecientes al batallón de San Quintín y cubriendo la retaguardia los 24 jinetes de la guerrilla de Punta Brava a las órdenes del teniente Pedro Ruiz Aranda.
Durante la marcha, los exploradores de la guerrilla de Peral descubrieron el rastro dejado por Maceo y su gente horas antes cuando se dirigían a San Pedro. En el campamento reinaba la más absoluta calma, por obvia negligencia del oficial de seguridad, ajeno a la proximidad de la columna de Cirujeda.
Los centinelas cubanos, situados en las cercanías del cruce de los caminos de Corralillo y El Guatao, fueron arrollados por la caballería de Peral que en la certeza de haber sorprendido un campamento insurrecto, cargó a fondo, sembrando la confusión en las líneas avanzadas.
Al iniciarse el ataque español el Lugarteniente General descansaba en su hamaca, escuchando a Miró Argenter leer la crónica que había escrito sobre el combate de Coliseo. Al sentir el fuego de la fusilería, según refiere Miró, Maceo pasó del asombro a la cólera por la sorpresa de fuerzas enemigas en el campamento mambí.
El general Manuel Piedra Martel, protagonista dé los hechos describe en “La Campaña de Maceo” (La Habana 1967) la primera fase del combate: “De pronto se escuchó fuego. Por la proximidad en que sonaban las descargas se pudo suponer que el enemigo se encontraba ya dentro del campamento. Las balas cruzaban por la tienda del general, quien sentado aún en su hamaca, trataba de calzarse las botas… De segundo en segundo se esperaba ver al enemigo llegar hasta el general y capturarlo o matarlo…”(Piedra.Op.Cit.). Un puñado de jefes y oficiales mambises, encabezados por Juan Delgado, Alberto Rodríguez, Baldomero Acosta, Isidro Acea y Charles Gordon, con 40 hombres reaccionando acertadamente, lanzaron un rápido contraataque que paró en seco el avance de la guerrilla de Peral. A medida que los mambises, se reponen de la sorpresa, la defensa del campamento fue cobrando intensidad, de tal forma que el teniente Peral se vio obligado a replegarse hasta la cerca de piedra del camino de Guatao, donde Cirujeda desplegó su tropa para el combate.
Maceo necesitó diez minutos para vestirse del todo, ceñirse el cinturón que sostenía el machete y el revólver y ensillar el caballo, faena que practicaba personalmente, en los casos bélicos para estar seguro sobre los estribos. Al hallarse en situación de combatiente, tocando con sus manos los arreos, y convencido de que nada le faltaba, desenvainó el machete, y con un ademán terrible, mostró la senda de la batalla a los más conocedores del terreno. ¡Por aquí! dijo– en tono imperioso, y espoleó el corcel.” (Piedra.Op.Cit.).
Con 45 hombres avanzó Maceo hacia el flanco derecho del enemigo y observando que allí se había estabilizado el combate, se dirigió al centro de la línea saliendo al camino del Corralillo por el sitio donde horas antes había hecho su entrada triunfal en el campamento mambí.
El general Miro escribe en su diario de campaña” El general (Maceo) dirigiéndose al comandante Juan Manuel Sanchez, Jefe de la escolta le dijo, tocándole con el machete en el hombro: “Joven, listo para cargar con su gente!” Y en seguida: “¡General Díaz, ataque por el flanco derecho! (La cerca de piedra.) Una valla de alambres nos separa de los soldados españoles: Joven, volvió a decirle a Sánchez, piquen la cerca!” Y mientras éste se desmontaba acompañado del teniente coronel Alfredo Justiz y diez o doce hombres más para picar la cerca de alambres, “un aguacero de proyectiles no dejó terminar la faena”. Justiz cayó mortalmente herido.
“El general, acababa de decirnos, apoyando la mano en que sostenía la brida, sobre nuestro brazo izquierdo: ¡Esto va bien! Al erguirse, una bala le cogió el rostro. Se mantuvo dos o tres segundos a caballo; lo vimos vacilar: ¡Corran, que el general se cae!–gritamos cinco o seis al mismo tiempo–; soltó las bridas, se le desprendió el machete y se desplomó…!( Miró.Op.Cit.) Una bala penetró por el lado derecho del mentón y salió por el lado izquierdo del cuello rompiendo la arteria carótida.
En el momento de su muerte Antonio Maceo contaba con más de 600 acciones en combate, incluyendo unas 200 de gran envergadura y con 26 cicatrices en su cuerpo. Junto a él murió Panchito Gomez Toro, hijo de Maximo Gomez. Maceo cayó cuando la Patria más lo necesitaba. El Titán de Bronce murió como héroe legendario, peleando por la libertad de Cuba.