LA MUERTE DE ANTONIO MACEO
Por Pedro V. Roig
La Muerte de Antonio Maceo
Mucho se ha escrito sobre la muerte de Maceo. No existe un combate en la historia militar de Cuba que haya despertado más controversia que el de San Pedro. Cuarenta y cinco versiones han sido ofrecidas por aquellos 29 mambises que participaron en aquel trágico encuentro. La razón es que hay casos en los que el mismo autor dio más de una versión.
Como hemos señalado, Maceo llegó temprano en la mañana del 7 de diciembre al campamento de San Pedro. Allí inspeccionó a la caballería de la Brigada Sur, que a las órdenes del general Silverio Figueras se había formado a ambos lados del camino de Corralillo para vitorear al héroe de la invasión.
Después de la revista, Maceo se retiró a su pabellón, que quedó situado muy próximo a la cerca de piedra que corría a lo largo del camino mencionado. Los hombres de la escolta, al mando de Juan Manuel Sánchez Amat, se colocaron a unos 200 metros al norte del pabellón de Maceo.
Durante la mañana Maceo conferenció con los jefes y oficiales de los distintos regimientos allí acampados, quienes le informaron sobre la marcha de las operaciones militares en la provincia de La Habana. Maceo pudo comprobar, en estas reuniones, el grado de rivalidad y disensión surgido entre algunos jefes habaneros.
El teniente coronel Juan Delgado quería operar solo, sin obedecer a los coroneles Silverio Sánchez y Ricardo Sartorius; por su parte, Alberto Rodríguez, jefe de probado valor, no quería reconocer a Juan Delgado como superior a él en ningún terreno.
Aplazando la solución de este delicado asunto, hasta recibir un informe del general José María Aguirre, jefe militar de la provincia de La Habana. Maceo se concentró en el estudio de un plan para atacar aquella misma noche el pueblo de Marianao, en los suburbios de la capital.(1)

Alrededor del mediodía, el coronel Juan Delgado trajo la noticia de que una columna española se hallaba en el camino de Punta Brava con rumbo a Cangrejera, o sea, en sentido opuesto al campamento Mambí. Maceo dio muestras de impaciencia y dejó entrever la intención de montar a caballo, pero quedó sentado en la hamaca, ¡cosa extraña en su temperamento! Ordenó a Juan Delgado que enviara patrullas de exploración sobre el enemigo hasta dar con él, que lo hostilizara con energía y lo trajera al campo de San Pedro, pues él quería ver cómo andaba el machete por aquellas alturas. “Quiero ver cómo dan ustedes machete para expedir los diplomas!” (2). Todo parece indicar que esta orden no fue cumplida cabalmente.
Los responsables de mantener bien informado al Estado Mayor fueron negligentes y Maceo no volvió a tener noticias de la columna española hasta que se comenzaron a sentir las descargas de fusilería dentro del propio campamento. Lo cierto es que a la hora en que Maceo recibió el informe que situaba a la fuerza enemiga rumbo a Cangrejera, ésta se encontraba almorzando en el poblado de Bauta donde había llegado alrededor de las 11 de la mañana.
La columna mixta infantería y caballería estaba al mando del comandante Francisco Cirujeda, de 40 años, que estaba encargado de patrullar esa zona militar. Terminando el almuerzo, las fuerzas españolas se pusieron en marcha, indicando Cirujeda a los prácticos que el rumbo sería por el callejón de San Pedro y Corralillo hasta Punta Brava. Ni Weyler ni Cirujeda tenían información de que Antonio Maceo había cruzado la trocha de Mariel y estaba en la provincia de La Habana.
A vanguardia se colocaron 90 jinetes de la guerrilla cubana del capitán Peral, seguidos por los 365 soldados del batallón de San Quintín y otras fuerzas menores.(3) Los exploradores de Peral descubrieron el rastro dejado por Maceo y su gente horas antes cuando se dirigían a San Pedro.
Los centinelas cubanos, situados en las cercanías del cruce de los caminos de Corralillo y El Guatao, fueron arrollados por la caballería de Peral que, en la certeza de haber sorprendido un campamento mambí, cargó a fondo por el sector donde acampaba el regimiento Santiago de las Vegas, sembrando de esta forma la confusión en las filas cubanas.
El general Manuel Piedra, protagonista de los hechos, describe la primera fase del combate: “De pronto se escuchó fuego. Por la proximidad en que sonaban las descargas se pudo suponer que el enemigo se encontraba ya dentro del campamento. Las balas cruzaban por la tienda del general, quien, sentado aún en su hamaca, trataba de calzarse las botas… De segundo en segundo se esperaba ver al enemigo llegar hasta el general y capturarlo o matarlo”.(4)
Un puñado de jefes mambises, encabezados por Juan Delgado, Alfredo Jústiz, Alberto Rodríguez, Baldomero Acosta, Isidro Acea y Charles Gordon, con 40 hombres lanzaron un violento contraataque que paró en seco el avance de la guerrilla de Peral. A medida que los mambises se reponen de la sorpresa, la defensa del campamento fue cobrando intensidad, de tal forma que el capitán Peral se vio obligado a replegarse hasta la cerca de piedra del camino de Guatao, donde se había atrincherado Cirujeda con el grupo de infantería.

Maceo necesitó diez minutos para vestirse del todo, ceñirse el cinturón que sostenía el machete, el revólver y ensillar el caballo, faena que practicaba personalmente en los casos bélicos, para estar seguro sobre los estribos. Al hallarse en situación de combate,” tocando con sus manos los arreos, convencido de que nada le faltaba, montó el caballo y desenvainó el machete. ¡Por aquí! dijo en tono imperioso y espoleó el corcel”.
Con 45 hombres a caballo avanzó Maceo hacia el flanco derecho del enemigo y observando que allí se había estabilizado el combate, se dirigió al centro de la línea saliendo al camino de Corralillo. Desde este punto, Maceo señaló la cerca de piedra donde minutos antes se había atrincherado la guerrilla de Peral. Una valla de alambres los separaba de los soldados españoles:” Joven – dijo a Sánchez-, piquen la cerca”. Y mientras este se desmontaba, con diez o doce hombres más, cayendole a la cerca de alambres, un aguacero de proyectiles no dejó terminar la faena.
“El general acababa de decirnos, apoyando la mano en que sostiene la brida, sobre nuestro brazo izquierdo: ¡Esto va bien! Al erguirse, una bala le pegó en el rostro. Se mantuvo dos o tres segundos a caballo; lo vimos vacilar. ¡Corran que el general se cae!- gritamos cinco o seis al mismo tiempo-; soltó las bridas, se le desprendió el machete y se desplomó” (5).
El balazo mortal penetró el maxilar inferior derecho de Maceo rompiendo la arteria carótida junto al mentón. Ese día fatal Antonio Maceo contaba con más de 600 acciones en combate, incluyendo unas 200 de gran envergadura y con 26 cicatrices en su cuerpo. El mayor de los hermanos y último de los leones Maceo había muerto. El Titán de Bronce cayó indomable, con el legendario valor de los héroes inmarcesibles de la Libertad de Cuba.
BIBLIOGRAFÍA
- Pedro Roig “Death of a Dream”. Institute for Cuban for Cuban and Cuban American Studies. University of Miami. Rodes Press 2008. P 141
- José Miró Argenter “Cuba: Crónicas de la Guerra” (Editorial Rex, 1945.
- Roig, Ibid.
- Manuel Piedro Martell “La Campaña de Maceo”.La Habana, 1967 p. 232
- Ibid p. 236
– Pedro V. Roig
Pedro V. Roig, historiador (University of Miami,1974) y abogado (St. Thomas University,1989) es Director del Centro Cubano de Estudios Estratégicos, autor de numerosas monografías, ensayos y libros sobre temas históricos y políticos. Veterano de la Brigada 2506, Director de Radio Televisión Martí (2003-2010). Roig pertenece a la generación de cubanos que no han tenido descanso en la lucha por la libertad.


