Combate de Peralejos
Por Pedro Roig J.D.
Con la amarga pena de la muerte de Jose Martí en Dos Ríos, Máximo Gómez emprendió la marcha a Camagüey, mientras que Antonio Maceo continuaba su campaña militar por las sierras y valles de Oriente; organizando los mandos militares e instruyendo a los jefes en el plan de la Invasión a Occidente.
El 12 de julio de 1895, Antonio Maceo y Bartolomé Masó se reunieron en el campamento Vega de Yao en un emotivo encuentro. Entrada la noche recibieron confidencias de que una fuerte columna española se preparaba a salir de Manzanillo con destino a Bayano, al mando del General Fidel de Santocildes y que el Capitán General de Cuba, Arsenio Martínez Campos venía con su Estado Mayor junto a los batallones del Regimiento de Isabel La Católica, una unidad de ingenieros, los prácticos y algunas formaciones menores que hacían un total de 1,500 oficiales, clases y soldados.
Antonio Maceo vio la oportunidad de enfrentar en persona a la máxima autoridad de España en Cuba y dispuso presentarle combate. El Ejército Libertador cubano disponía de los regimientos de infantería de los generales Jesús Rabí y Quintín Banderas y un pequeño destacamento de infantes a las órdenes del Brigadier Alfonso Goulet a retaguardia con la impedimenta y un hospital de campaña
La infantería de los generales Rabí y Banderas quedaron escalonadas entre los montes que bordeaban el camino real. Entre los jefes veteranos estaban Joaquín Tamayo, Carlos Sánchez, Joaquín Estrada y los hermanos Saturnino y Mariano Lora. La caballería contaba con dos escuadrones al mando de los coroneles Fernando Zamora y Juan Masó Parra, este último asignado por Bartolomé Masó para servir a las órdenes de Maceo. El caudillo oriental se situó al centro de la formación mambisa con los oficiales de su Estado Mayor, entre los que se encontraban, Alfredo Justiz, Juan Maspons, Manuel Piedra, Carlos González Clavel, Jose Miró Argenter, Guillermo Fernández-Mascaró, Federico Perez Carbo y otros distinguidos jefes orientales.
A las 11 de la mañana, el enemigo, que había recibido informes de la emboscada mambisa, atacó inesperadamente por retaguardia donde se encontraba el brigadier Alfonso Goulet que cayó como un héroe resistiendo con su reducido destacamento, [40 soldados] la embestida de la vanguardia española, para así dar tiempo a los mambises a establecer nuevas líneas de combate. Maceo que escuchó el tiroteo en dirección a su retaguardia se movió con su Estado Mayor hacia aquel lugar desde donde ordenó a los dos escuadrones de caballería que se unieran al ataque. Inmediatamente despachó instrucciones a los generales Rabí y Banderas para que a todo andar corrieran la infantería para situarse a la vanguardia de la columna española.
Con su genial visión táctica Maceo cargó con la caballería desplegada en la sabana de Peralejos al crispante toque de “a degüello”. La infantería española detuvo su avance y rápidamente formó en cuadros con bayonetas caladas, los jinetes cubanos, giraron a la izquierda y describiendo un semicírculo fueron de nuevo a formar frente a los cuadros hispanos. La infantería mambisa acribilla literalmente a la columna española que peleó con su épico coraje.
Miró Argenter en sus Crónicas recoge la narración de la Batalla de Peralejos que ofrece el Capitán Severo Gómez, oficial de Artillería del Ejército español:
“En esta disposición, con fuego a todas partes… continuó avanzando la columna hasta tomar otra vez el camino… grupos de infantería y caballería enemiga atacaban constantemente a nuestras filas, dando gritos producidos por la embriaguez del triunfo. El General Martínez Campos, tranquilo y sereno, contemplaba sin chistar aquella escena meditando la solución más favorable. Largo tiempo hacía que la columna estaba en trance tan apurado, cuando una nueva desgracia vino a producirse. El general Santocildes, que animoso y heroico estaba siempre en el lugar de mayor peligro había desoído las advertencias de su ayudante Méndez.
Poco después yacía inerte atravesado por tres balazos, uno en el pecho, otro en el cuello y otro en la ceja derecha. Murió instantáneamente. Casi al mismo tiempo caía allí cerca, muerto su ayudante José Sotomayor. Maceo que había conocido a Santocildes en la paz supo por su corneta que aquellos toques estridentes señalaban la muerte de un jefe español, aunque no supo en ese momento que se trataba de Santocildes. Martínez Campos, que también escuchó aquellos lúgubres toques, se movió a la vanguardia de la columna y continuó el capitán Gómez Núñez.
“El General en Jefe comprendió que era preciso a todo trance salir de aquel sitio. Pelotones numerosos de infantería y caballería enemiga cargaban sobre nuestros soldados al grito de ¡a ellos que son nuestros!… El frente de vanguardia se encontraba ocupado por las fuerzas insurrectas en toda la extensión visible… Del cocal de la derecha partía sobre la columna un fuego mortífero y persistente. Cayó muerto Don Eusebio Tomás, el valiente capitán de una compañía de Isabel La Católica, con siete balazos y heridos en la muñeca el teniente coronel Vaquero que mandaba la vanguardia”. A las cuatro horas de rudo combate la infantería mambisa empieza a sentir escasez de municiones y el fuego se va apagando. La columna española se reagrupa. Martínez Campos ordena la retirada hacia la seguridad de los fuertes de Bayamo hasta cuyas puertas fueron a tocar las cornetas mambisas.
Peralejos es sin duda una de las victorias cimeras del Titán de Bronce, enfrentando con éxito al Capitán General de España en Cuba. En aquellas sabanas Antonio Maceo desplegó su indomable coraje, su visión de táctico genial y su carismática personalidad de dimensiones legendarias.