Temas Históricos. 24 de febrero 1895
Por Pedro Roig, J.D.
Parte II
Al iniciarse la última década del siglo XIX cubano, existía en la sociedad colonial el mayor desaliento e intranquilidad motivados por la tendencia declinante del precio del azúcar en el mercado mundial, las amenazas de conflictos arancelarios entre España y los Estados Unidos y la confusa situación política, donde los grupos intransigentes y reformistas forcejeaban con recíproca desconfianza. Los autonomistas advertían en la prensa y la tribuna pública que la alternativa a la gestión conciliadora de su partido sería la guerra. En los Estados Unidos un joven exiliado creyó llegada la hora de iniciar una nueva y decisiva revolución independentista. José Martí tocaba a las puertas de la historia.
El 24 de febrero estalla la guerra. Los cubanos vuelven a tomar las armas para independizarse de la madre patria. En España la noticia se recibe con sorpresa y un poco de incredulidad.
Martí, el apóstol se prepara para empuñar el machete mambí.
“Yo invoqué la guerra; mi responsabilidad comienza con ella en vez de acabar. Para mí la patria no será nunca triunfo sino agonía y deber. Ya arde la sangre. Ahora hay que dar respeto y sentido humano y amable al sacrificio, hay que hacer viable e inexpugnable a la guerra; si ella me manda, conforme a mi deseo único, quedarme, me quedo en ella; si me mandan clavándome el alma, irme lejos de los que mueren como yo sabría morir, también tendré ese valor…
Yo alzaré al mundo. Pero mi único deseo sería pegarme allí, al último tronco, al último peleador: morir callado. Para mí ya es hora.”
Aquel 24 de febrero de 1895 había sonado la hora de Martí. En aquellas empinadas montañas de Oriente se erguía la Cuba rebelde; luego de haber sido tanto tiempo la Cuba de las manos encadenadas y la esperanza trunca.
Los combatientes corrían a empuñar las armas y la ronca voz de la angustia vieja rugía con el cañón y hería con el machete veterano que volvía a brillar en los campos de Cuba al grito de “Independencia o Muerte”.
Bartolomé Masó salió de Manzanillo el mismo día 22, después de recibir el cable de Juan Gualberto Gomez dirigiéndose con sus hombres a la finca Colmenar de Bayate donde el amanecer del 24 de febrero encontró la casa de vivienda convertida en cuartel. Ese día las fuerzas insurreccionadas de Masó atacaban el fuerte de Cayo Espino (1). Se puede decir que Oriente entero respondió a la orden de alzamiento. Esteban Tamayo Tamayo y José Manuel Capote se pronunciaron en la finca “El Plátano” cerca de Bayamo; Rafael Manduley y José Miró Argenter en Holguín. Jesús Rabí, José Reyes Arencibia y Florencia Salcedo en Jiguaní; en el poblado de Baire, los hermanos Saturnino, Mariano y Alfredo Lora; en Baracoa los hermanos Galano; de Santiago de Cuba salieron conspiradores de gran significación: Guillermo Moncada, Rafael Portuondo, Quintín Banderas, Alfredo Justiz, Juan Maspons, Mariano Corona, Sánchez Vaillant, tomando rumbos distintos y esparciendo la noticia del levantamiento por caseríos y despoblados (2)
A las seis de la tarde en “La Confianza”, Pedro (Periquito) Pérez, jefe de la Comarca de Guantánamo dio el Grito de libertad, mientras que el bisoño Enrique Brooks, asaltaba con éxito el puesto de militar de Hatibonico.
El carácter esencial del 24 de febrero fue su masiva espontaneidad y es sin duda el General Bartolomé Masó, el viejo amigo de Carlos Manuel de Céspedes, quien cargó sobre sus hombros la responsabilidad de mantener encendida la llama insurreccional hasta la llegada a Cuba de Antonio Maceo, Máximo Gómez y José Martí.
Bibliografía
- Masó Calixto Historia de Cuba (Caracas, 1964) Pág. 203.
- Miró José Crónicas de la Guerra Pág. 51.